Capítulo XV
Winckly
La comitiva se dirigió a pie hacia la Salida Sureste de la Capital. Allí, ante una casa con una columna de humo saliendo por la chimenea, y con un bancal de geranios rojos y blancos coloreando su veranda, el Guardián de la Capital se paró y llamó a Winckley a grandes voces:
– ¡Winckly!¡Winckly!
Una comadreja con gafas asomó su hocico sonriente por la ventana.
– ¡Cuánto bueno por aquí! – Musitó con voz blanda y pegajosa.
El Guardián de la Capital esperó a que saliera, mientras el grupo entero admiraba el sidecar de película que estaba aparcado ante el porche de la casa de Winckly. Este salió con su sonrisa de comadreja y lleno de satisfacción ante la admiración de los muchachos presumió:
…una comadreja con gafas asomó su hocico sonriente por la ventana…
– Es una Portland de los 80’s, de seis cilindros.v
Winckly ya era el héroe de todos ellos. Con su bien arreglado pelo, sus gafas gafapasta, y su narizota rectilínea, la comadreja sonreía como un conejo dientilargo.
– Mira Winckly, estos jóvenes necesitan partir pronto hacia Puerto Borikaia, pero no pueden ir por el camino que bordea el Reino Hok. Necesitan ayuda. Si les guías por los pantanos les ahorrarías dos días de viaje, y esto ayudará al padre de ese joven – el Guardián de la Capital señaló a Peter el Peregrino – que se encuentra seriamente enfermo.
Wincly dejó de sonreír. Le venía mal este asunto, pero no se atrevió a contrariar al Guardián de la Capital, así que asintió y aceptó el papel de guía. En unos minutos estaban saliendo por la Salida Sureste, donde se despidieron de Tzi Lin y su hermano gemelo, y del Guardián de la Capital. Siguieron un rato por el camino Sureste rumbo hacia los pantanos, hasta que Winckly señaló un paso que se abría al pantanal. Le siguieron. Iban todos tras él, en fila india.
Pronto llegaron a un prado, donde Winckly llamó a descanso. Allí les explicó que debían coger todos unas hojas gigantes de un arbusto y guardarlas por si quedaban atrapados en arenas movedizas. También les dijo que no se separaran, y dijo que había que descansar unos minutos.
– ¡Eo, Eo, amiko!
– ¿Qué es eso? – Preguntó Pitu Kangrejo.
– ¿Eo, Eo, amiko!
La voz salía de las brumas del pantano.
– ¡Eo, Eo, amiko!
– Es una cotorra de colores rojo y azul – Señaló Timi -, venga, sigamos.
– ¿Por dónde? ¿por dónde, Winckly? ¿Winckly?
– Winckly se ha marchado. – Informó Peter el Peregrino.
– ¿Cómo que Winckly se ha marchado?
– Si, me ha dicho que tomemos el camino de esos árboles.
– ¿De cuáles árboles?
– De esos.
– ¿De esos o de esos otros?
Peter el Peregrino se puso rojo.
– Me dijo que por el camino de esos árboles, no sé.
La marcha de la comadreja les dejaba en una grave situación. Timi caviló que lo mejor era hacer noche allí mismo y comenzar camino al día siguiente. Perderían un día, pero era mejor eso que arriesgar a extraviarse a media tarde en esos pantanos. Todos estuvieron de acuerdo y procedieron a montar la tienda de campaña. Les esperaba una larga noche entre las brumas, mientras se oía como salido de las sombras y las lianas un inquietante y frío reclamo:
– UOOO, UOOO, UOOO… … … … UOOO, UOOO, UOOO…
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