Capítulo XV

Winckly

 

La comitiva se dirigió a pie hacia la Salida Sureste de la Capital. Allí, ante una casa con una columna de humo saliendo por la chimenea, y con un bancal de geranios rojos y blancos coloreando su veranda, el Guardián de la Capital se paró y llamó a Winckley a  grandes voces:

Una comadreja con gafas asomó su hocico sonriente por la ventana.

El Guardián de la Capital esperó a que saliera, mientras el grupo entero admiraba el sidecar de película que estaba aparcado ante el porche de la casa de Winckly. Este salió con su sonrisa de comadreja y lleno de satisfacción ante la admiración de los muchachos presumió:

…una comadreja con gafas asomó su hocico sonriente por la ventana…

Winckly ya era el héroe de todos ellos. Con su bien arreglado pelo, sus gafas gafapasta, y su narizota rectilínea, la comadreja sonreía como un conejo dientilargo.

Wincly dejó de sonreír. Le venía mal este asunto, pero no se atrevió a contrariar al Guardián de la Capital, así que asintió y aceptó el papel de guía. En unos minutos estaban saliendo por la Salida Sureste, donde se despidieron de Tzi Lin y su hermano gemelo, y del Guardián de la Capital. Siguieron un rato por el camino Sureste rumbo hacia los pantanos, hasta que Winckly señaló un paso que se abría al pantanal. Le siguieron. Iban todos tras él, en fila india.

Pronto llegaron a un prado, donde Winckly llamó a descanso. Allí les explicó que debían coger todos unas hojas gigantes de un arbusto y guardarlas por si quedaban atrapados en arenas movedizas. También les dijo que no se separaran, y dijo que había que descansar unos minutos.

La voz salía de las brumas del pantano.

Peter el Peregrino se puso rojo.

La marcha de la comadreja les dejaba en una grave situación. Timi caviló que lo mejor era hacer noche allí mismo y comenzar camino al día siguiente. Perderían un día, pero era mejor eso que arriesgar a extraviarse a media tarde en esos pantanos. Todos estuvieron de acuerdo y procedieron a montar la tienda de campaña. Les esperaba una larga noche entre las brumas, mientras se oía como salido de las sombras y las lianas un inquietante y frío reclamo:

>>>Ayuda del Guardián de la Capital,.
El Pájaro Logoró>>>

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