Timi el Viajero en Las Aventuras en la Isla Brouk

Capítulo XIV

Ayuda del Guardián de la Capital

 

Una hora después el Guardián de la Capital cruzaba la carretera del portalón del Puerto Industrial y vio como con grandes gestos el grupo refugiado de la lluvia bajo el soportal le llamaba agitando los brazos y reclamando su atención a voces. La lluvia continuaba. Aunque había remitido el enérgico chaparrón aún caía una fina cortina de chispas multicolores, resultado de la mezcla del sirimiri con la nube rosácea y un Sol en segundo plano cuyos rayos llegaban entre claros imprecisos a la Capital, que tomaba así un aspecto todavía más irreal.

El Guardián de la Capital frenó y reconcentrado se bajó de la moto, que tenía medio manillar roto y el forrado en piel de tigre rasgado dejando ver la lata deslazada del viejo depósito de combustible. El cuadro de deterioro culminaba con el barro y el polvo rosáceo pegados por todos sus recovecos. La otrora espectacular moto tenía ahora un aspecto lamentable, que coincidía con el estado de ánimo del Guardían de la Capital.

A continuación los jóvenes relataron el problema vivido con el Señor Hok y le pidieron que les acompañara en el camino de regreso.

…acababa de tomar un aspecto sombrío e inquietante después de quedar oculto el Sol…

De pronto, tosiendo, cansado, desanimado y polvoriento, por un momento les pareció a todos un pobre hombre en lugar del poderoso Guardían de la Capital.

Los camiones de piedras rosáceas, cargados y descargados, seguían pasando incansables ante ellos en ambas direcciones. Y al zumbido de la Capital, los grandes ruidos metálicos del Puerto Industrial y las explosiones que cada cinco minutos se oían salidas de la cantera, las completaba la lluvia multicolor entremezclada con la nube rosácea que se infiltraba en todo el ámbito urbano de la Capital, incluidos los pulmones de los habitantes de la ciudad, que acababa de tomar un aspecto sombrío e inquietante después de quedar oculto el Sol tras un enorme nubarrón oscuro que se posaba en altura sobre todo el Noreste de la Isla Brouk.

La atmósfera era de paranoia y, mojados y empezando a estar ateridos, todos tuvieron ganas de irse rápido de allí. Braulín como loco se adelantó unos metros y ya en la carretera levantó el cuello como desesperado, y rebuznó con todas sus fuerzas como una protesta impotente y acusadora que todos comprendieron.

Desde dentro de su uniforme gris mojado, menguado por el desánimo, el Guardián de la Capital tenía un aspecto de inútil fosco. El había nacido en las Montañas Rosáceas y había visto crecer la ciudad y el Puerto Industrial día a día durante toda su vida, no quería reconocer a dónde habían finalmente llevado a su Tierra Natal el rumbo de los acontecimientos de la feroz industrialización sin escrupulos, pero ya cada vez era menos posible eludir el hecho de que algo se había torcido.

>>>Batalla de los Aliens Acelerados.
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