Capítulo XIII

Batalla de los Aliens Acelerados

 

La lluvia arreciaba y entre truenos los camiones pasaban a toda velocidad por la ruta que iba de las canteras al Puerto Industrial. Un Aá (Alien Acelerado) con una enorme manzana violeta en el pómulo, golpeaba el asfalto con suma eficacia, pero el trabajo en lo adelante era ímprobo si lo que quería era desmantelar toda la carretera. A este le ayudaba otro Aá, rechoncho y con toda la piel de color rojo vivo moteada con enormes manchas blancas, todo él una herida, que apartaba el material extraído por el del pómulo violeta con toda celeridad, en buena colaboración.

El Guardián de la Capital no podía abordarles y frenar este desmantelamiento sin arriesgarse a ser barrido por los camiones que, lejos de frenar ante esa situación, aceleraban más, pero no podían atropellar a estos dos Aás porque una continua lluvia de tornillos, maderas y piedras lanzados por un buen grupo de Aás cubría al dúo desmantelador del asfalto. Un poco más atrás, otro grupo, verdaderamente excelente en su sincronización, arrasaba con farolas, defensas, señales, linderas y cuanto milímetro de firme de asfalto quedaba a su alcance.

 

El Guardian de la Capital se lanzó por el carril de ida de las canteras e intentaba frenar esta incesante actividad sin lograrlo, pero debía seguir intentándolo sino quería que todo el Acceso Norte a la Capital quedara cerrado y no solo el paso de los malditos camiones cargados de material de la canteras.

…eludió varios grandes piedras no sin recibir un tornillazo en la pierna…

El Guardián de la Capital tosió. La nube rosácea producía irritación pulmonar, bien lo sabia él. Intento saltar de frente contra el Aá del pómulo violeta pero una viga que le llegó volando le obligó a retroceder, salvándose por un derrape hecho en el momento justo. Pero el Guardián de la Capital se rehizo retrocediendo aparatosamente. Mientras retrocedía sacó una red que tenía en una alforja de la moto, de pronto giró violentamente su moto acelerando a tope, eludió varios grandes piedras no sin recibir un tornillazo en la pierna, que no le produjo daño porque tenía una protección de plástico. En eso lanzó la red y esta, girando y girando en el aire, cayó sobre tres Aás del buen grupo de cobertura al de la cara roja y al de la manzana violeta; Ya los tenía, pensó, y estiró hacia si la red enérgicamente con esta pesca especial.

La lluvia de proyectiles arreciaba y el del pómulo morado incremento frenéticamente su ritmo de destrucción del firme de asfalto, no así los desmanteladores de más atrás y quienes les cubrían, que de pronto pararon.

Paso un camión repleto de piedras rosas y le cayó encima otra lluvia de piedras, pero despúes de un rato, ese grupo comenzó a retirarse. El Guardián de la Capital soltó a uno de los Aás. A regañadientes el del pómulo dejo de desmantelar el asfalto, y el Guardián de la Capital soltó a otro…

 

Ya se iban y el Guardián soltó al que quedaba en la red, pero, de pronto, una piedra llegó volando hacia él, según la vio llegar inicio la maniobra de esquivado, pero aún así pudo ver como la piedra acertaba de pleno en su precioso manillar de cuerno de ciervo, lo rompía y, encima, en su rebote, rasgaba a todo lo largo el forro de piel de tigre que cubría el deposito de combustible.

 

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