Capítulo XXXI
La Mazmorra.
El Guardián acompañó a Timi hacia el velero y en la plaza de la cafetería se pararon a comer mientras el, para ser veridicos, ex Guardián de la Capital, Heriberto, el hijo de Elisa la pastora de las Montañas Rosáceas, intentaba consolar al muy defraudado Timi por el resultado de la votación, y poner en positivo la enseñanza del triste trago recién vivido.
– Varios Aás y algunos camioneros nos apoyaron.
– Pero todos los tenderos y la abrumadora mayoría de los camioneros y de los de los talleres no.
– Nos apoyo al menos un tendero, varios de los talleres y dos camioneros, además los padres de Tzi y Tzei Lin, y mira el grupo de Aás que te han venido a apoyar.
– Intentando animar hablando así al muchacho, Heriberto acompañó a Timi hasta la entrada del Puerto y tras despedirse se encaminó al mercado a ver cuánto de la moto fantástica podía recuperar.
Timi pensaba en los que habían votado contra el horripilante Plan de Progreso, unos catorce o quince asambleanos, y sobre cómo era posible que Pómulo Violeta y Cararroja hubieran apoyado ese plan tan contraproducente, lo que en su caso sería, bien mirado, decididamente una traición o autotraición. No, no podía ser.
Avanzaba con estas cavilaciones entre las grúas del Puerto, cesantes. Estas parecían ahora monstruos en un museo o animales gigantes congelados por una fuerza superior misteriosa, el Dios Cronos, el Tiempo, las Divinas Horas, que les habian quitado toda animación sin arrebatarles ni el menor detalle de la imagen de su titánico dinamismo. Pero pronto volverían a la enloquecida devoración de la Isla, el aniquilamiento de las montañas y el pulverizado de los pulmones de los isleños, se lamento Timi.
De repente dos Aás extraños, por el pañuelo verde que portaban, saltaron hacia él desde una furgoneta. Timi intentó resistirse pero todo sucedió tan rápido que no le dio tiempo a hacerlo. A no tardar le aplicaron tenaces una gasa empapada de cloroformo en el plano irregular de la nariz y la boca. Y Timi, entre ahogados escarceos e impotentes balbuceos, termino por perder la conciencia. Los Aás extraños habián actuado con la mayor eficacia, luego cogieron al muchacho y lo metieron en la parte trasera de la furgoneta como si fuera un paquete.
Un baile de luces blancas y redondas, agradablemente musical, fue componiendo un hermoso acto floral en la consciencia en lenta recuperación de Timi. Lo que no era tan agradable era el dolor broncineo que comenzó a sentir en olas en la nuca, hasta que con el despertar se fijó dentro y en la parte de abajo entre el cráneo y el cuello.
Asi dolorido, Timi se levantó, y asomó su mirada por una rendija que había entre dos piedras labradas en la que brillaba una luz. Desde esa linterna se veía el Puerto. Luego, en la bruma líquida con que a sus ojos se le esbozaba allí abajo ahora el puerto, fue recordando todo, y desde allí, después de poner todas las piezas en orden, y tras examinar la puerta de acero que cerraba la estancia, concluyó que se hallaba en una cárcel secreta y que esto era obra de Wincly y sus socios.
Durante horas, allí encapsulado, en este resto del mundo truncado por la mala acción de Wincly y los suyos, Timi quedó pensando en las consecuencias que el Plan de Progreso iba a tener.
– ¡TÁN!, ¡TÁN!,¡TÁN!,¡TÁN!,¡TÁN!,¡TÁN!,¡TÁN!.
Las siete, tañeron secamente las campanas.
Empezaba a ver el tiempo desde adentro.
<<<Decisión (casi) Unánime.Montaña Huracanada.>>>
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