Capítulo XLVIII
Huellas en la arena.
Heriberto se quedó varios días con ellos, pero pronto hubo de marchar pues le llamaron desde Puerto Borikaia los Aás de las Montañas Rosáceas. Los chicos le acompañaron un buen trecho en el camino a Borikaia por la playa, y mientras se despedían prometió volver.
– Bueno chicos, cuando vuelva me gustaría que me hayáis reservado una de estas casonas, esa por ejemplo, – señaló una casona pequeña y muy derruida pero un poco futurista – que yo ya os traeré algún regalo.- Soltó Heriberto junto a una risotada, y dicho esto estrechó la mano a Timi y puso el motor en marcha pisando enérgicamente el pedal de arranque.
– Broum, broum, broumbrbrbrbrbrbrrrrrrRRRRRRR
Y Heriberto, sobre lo que quedaba de su maravillosa moto fantástica salió acelerando con gran potencia, cruzando la playa a lo largo hacia el Puerto Borikaia.
Los chicos, que todos querían tener una moto, se despedían agitando sus manos y lanzando gritos de ánimo y adiración porque la moto fantástica les pirrraba y reconocían al amigo en la elegante figura de Heriberto atravesando las dunas y los bancales de plantas de las marismas, así que le chiflaron y jalearon hasta que se perdió en el horizonte.
– ¡Ahí va! ¡Qué es esto!¡Venid, venid!¡Venir rápido! – Exclamó Bruni La Piloto, algo más adelantada que el resto.
– ¿Qué ocurre?
– Mirar esto. – Mostraba con la mano hacia abajo Bruni puesta ante algo que había en el suelo.
Rápido llegaron a ese punto y examinaron el área señalada por Bruni. Y, en efecto, allí había algo extraño bajo la huella dejada por la moto fantástica, cruzándola en perpendicular. Era un rastro raro, con un surco de gran envergadura que venía desde la orilla de la playa e iba a perderse entre las dunas. A unos metros había otro y aún había varios surcos gigantes más. Copete se lanzó hacia las dunas ladrando y Braulin hacia el mar rebuznando, pero ambos regresaron poco después con cara de no haber encontrado nada.
– Parece el rastro de un animal grande.
– ¿Estas seguro de que se trata de un animal? – Repuso Pitu.
– Podría ser una sirena, sin duda, que viene del mar a cantar a sus enamorados, talan, talán, talán- Especuló Catalin mientras imitaba el gesto del tañir un arpa.
– O un tritón , o un dragón marino. – Completó Peter el Peregrino abundando en las posibilidades fantásticas.
Boaventura dos Santos observó con mucha atención el rastro y terminó dando su opinión, que era casi la versión oficial al ser él tan veterano.:
– Cocodrilos.
– ¡No!
– Si. Antiguamente los hubo en la Isla, pero los cazaban para hacer zapatos, así que desaparecieron, pero viendo esto creo que ya están volviendo.
Psche.
No convenció a todos esta explicación y Timi propuso lo siguiente:
– A ver, esto es un verdadero misterio, y detrás de ello podría haber haber algún peligro serio o una gran oportunidad. ¿Quién sabe? Propongo pues que despejemos esta incógnita acampando unos días por aquí. Total, ya tenemos bastante avanzada la rehabilitación de la Casa Azul y el maizal ha quedado bien plantado. ¿Quién se apunta?
– Yo.- Se apresuró a confirmar Bruni, levantando sus coletas rizadas.
– ¡Yo también! – Se adhirió Pitu Kangrejo.
– ¡Llevaremos las linternas! – Propuso Peter el Peregrino dando un paso adelante.
Copete sin comprender qué se estaba decidiendo, pero contento al ver contentos a sus amigos humanos, se agitó y comenzó a ladrar como un loco. Esta vez Braulin no rebuznó hasta que pasó un rato, y luego rebuznó muy fuerte pero hacia Copete y con tono de reproche, como protestando porque le estaba quitando su sitio ante los chicos:
– ¡Iiink, iiink!¡iiink, iiink!
Luego todos se quedaron mirando el enigmático rastro. Y cada uno de ellos se fue haciendo sus hipótesis sobre el misterio que ocultaban esas huellas en la arena.
<<<El reino Hok en la mira.Excursión Nocturna.>>>
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