Capítulo XLIX
Excursión Nocturna.
Tres días llevaban ya los chicos al acecho de los seres que dejaron los rastros en la arena y, como habían sido poco previsores, se les acabaron las provisiones.
Especialmente Bruni estaba muy afectada y presa de nerviosismo por esa circunstancia. Qué hambre tenía, se comería un queso redondo entero y aún también dos botes de mermelada sin dejar de repañarlos con los dedos. Timi y Peter el Peregrino no paraban de dar vueltas para quitar el nerviosismo del hambre, mientras Pitu Kangrejo mordisqueaba su cartera con el mismo propósito. Pero Braulín comía su hierba sin el menor problema y Copete arramplaba con cualquier cosa que le entrara en el estómago.
– ¡Ay, malos! Alguien ha robado la comida. ¡Has sido tu! ¿por qué te has comido nuestra comida?
Pitu quedó perplejo ante la injusta acusación de Bruni y con rostro de sorpresa hizo hacia sus amigos un gesto de descargo desmintiendo esa autoria que Bruni, en su enfado, le adjudicaba insustancialmente.
– ¡Quiero mi comida!¡Quiero mi comida! ¡Quiero mi comida! – Se puso a chillar Bruni elevando su tono cada vez más, hasta terminar chillando con todas sus fuerzas durante un minuto esa exigencia.
Lo cierto es que Timi aún tenía dos mazorcas de maíz que había guardado como reserva extrema, así que con flema inglesa, entendiendo que este era el momento de aprovecharlas, las sacó y se las entregó a Bruni que quedó satisfactoriamente tranquila comiéndose a dos carrillos las mazorcas de maíz, mientras el resto de los chicos tragaba saliva y se predisponía mentalmente para soportar el hambre hasta el día siguiente, cuando llegaran a Tobiga.
Ñam, ñam.
Las luces de sus linternas bailaban bajo el manto nocturno de la Via Láctea cuando en los matorrales de las breves marismas las luciérnagas, con sus bombillas fosforescentes, molían la densidad de la noche.
– Cricrí, cricrí, cricrí. – Cantaban las luciérnagas componiendo un verdadero concierto musical al mezclarse con los cantos nocturnos de las pájaros y otros rumores aunados al respirar del mar, pero hacia fresco y los chicos, además del hambre, tenían frio.
Pitu, Peter y Timi estaban apostados en la arena dentro de un matorral, frente al rastro del misterioso bicho, hambrientos, ateridos, impacientes y forzados a estar silencio. Llevaban ya tres horas haciendo guardia así y no habían visto nada, y ya solo quedaba esa noche pues al día siguiente deberían de volver a Tóbiga.
En un momento dado presintieron algo y dejaron de respirar los tres, poniéndose a escuchar en el horizonte de sonidos de la noche la señal de alguna presencia nueva. Pero con el concierto musical de las luciérnagas, las comunicaciones de los pajarillos nocturnos, el respirar del mar y otros rumores se hacia difícil establecer una línea de silencio por donde debía asomar el misterioso bicho…
– Rás, frú, rás. – Sonó muy débil. Eran los sonidos de un roce de algo con la arena. Esperaron unos segundos y luego alumbraron. Y, tachán tachán: Varios bultos oscuros avanzaban por la arena. Bajaron corriendo a ver y …
– ¡Tortugas! ¡Son tortugas! – Descubrió Pitu Kangrejo.
Era cierto, unas tortugas enormes se arrastraban por la arena.
– Vienen a desovar.
– Por algún motivo estas tortugas han empezado a venir a esta playa a desovar entre estas dunas, quizás es que les han echado de otro sitio. Dentro de dos o tres lunas después de incubarse bajo la arena, miles de pequeñas tortugas saldrán de la arena y volverán al mar en dirección contraria a la que hoy vienen sus madres.
Resuelto el misterio fueron a la tienda a contárselo a Bruni, pero ya estaba dormida:
– Zzzzzzz…
También Braulin dormía, de hecho estaba tirado y extendido en el suelo como si fuera una manta de lana y daba envidia verle dormir tan profundamente a gusto y tan guapo como había quedado con el pelito de su flequillo recortado por Paladia.
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Al día siguiente, muy pronto, acuciados por el hambre recogieron el campamento y, aún de noche, pusieron rumbo a Tóbiga con muchas ganas de llegar y ponerse a comer hasta saciarse
Peter el Peregrino, que iba con retraso respecto al grupo se dio la vuelta para echar un último vistazo a las tortugas. Pero en lugar de las tortugas lo que vio fue un enorme bulto alargado cuya visión le heló la sangre. ººº ¡No es posible!ººº pensó alarmado…
-¡Ay!¡Qué es eso?
Al mirarlo mejor vio un enorme lagarto marino que superaba con mucho en tamaño a lo que es un cocodrilo grande, tenía unos ojos feroces, unas enormes zarpas y una cola alargada llena de pinchos, chorreando agua hacia los lados.
– ¡Ay ay ay ay ayayayayaya! – Y salio pitando de miedo y alarma corriendo a toda mecha hacia sus amigos.
<<<Huellas en la Arena.Graves Acotecimientos. >>>
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