Capítulo XLV

Heriberto.

Timi tiró una piedra en la poza de una de los sifones de los riscos que formaban los escollos, a pie de playa, bajo las casas de Tóbiga, en la Costa Noroeste de la Isla Brouk. La piedra quedó en reposo sobre la arena, transparente como una vitrina en la ventilada agua del mar, bajo los chisporroteos de espuma del salitre batida por la marea, de donde un carramarro se marchaba prudentemente. La piedra parecía un objeto perdido en el vacío, algo convexo diminuto en medio de algo concavo muy grande, minuscula materia en la enormidad de la nada. Timi cogió otra piedra y la lanzó a la poza. Ya eran dos piedras. Timi elevó la mirada y vio la hilera de los escollos que formaban el arrecife asemejando un espigón. Se dio cuenta así de que rellenando varias de esas pozas tendría un tosco, pero importante, muellito. ¡Y en los alrededores había piedras en abundancia!

Estuvo Timi el resto del día rellenando con piedras esa primera poza, en el arrecife ubicado frente a Tóbiga. En realidad, fue el primer día de la construcción del muellito. Mientras el resto de los habitantes de Tóbiga y de la Casa Azul le observaban desde lejos pensando que se había vuelto loco.

Era ya el final de la tarde cuando la primera poza del muellito estaba casi terminada, entonces se oyó el inconfundible sonido monótono de un motor que sonaba a cansado creciendo desde la lejanía, y vio la silueta de la moto fantástica y sobre ella al Guardián de la Capital avanzando trabajosamente sobre la arena hacia ellos.

Heriberto le vio, giró hacia él y paró la moto a pocos metros del muellito saltando ágilmente del asiento y sonriendo de oreja a oreja a Timi

La moto fantástica ya no tenía el espectacular manillar de asta de ciervo ni su esplendido depósito lucía forrado con la piel de tigre. En el mismo Heriberto se había producido un cambio similar y paralelo; Su anterior prestancia personal, potenciada por la seriedad de su uniforme de Guardián de la Capital, había desaparecido, pero el toque de distinción que antes humanizaba su uniforme, esa peculiaridad personal suya, así como su aire de veteranía, seguía brotando de su figura ahora que su indumentaria era de simple paisano.

Si, Heriberto se había quedado varios días reparando la moto fantástica tras su rotura en el accidente que tuvieron en el aterrizaje forzoso a la Asamblea en el Mercado de la Capital, aquella que ganó Wincly. Solo después había sabido por boca de Lin Gon Tan lo ocurrido a Timi. Esto se lo había contado a Pómulo Violeta y Carraroja, que lo creyeron, pero ante la desaparición o al menos incomparencia de Timi, el bulo lanzado por los winclynianos sobre que Timi había sido protegido por Winclky ante probables ataques de incontrolados enfadados por su oposición al Plan de Progreso de la capital, y luego se había marchado libremente, había calado entre los Aás de las Montañas Rosáceas, e incluso Pómulo Violeta y Carraroja comenzaban a dudar de la veracidad de esta versión.

Heriberto le tendió el artilugió. Timi lo cogió y examinó sin comprender nada y después se lo devolvió.

Timi no salía de su asombro cuando Heriberto le tendió el artilugio y le indicó que se lo pegara a la oreja mientras le guiñaba el ojo.

Timi narró los hechos de su encarcelamiento a Pómulo Violeta por el teléfono móvil mientras Heriberto asentía y hacia gestos de ánimo al muchacho.

Nada más cerrar la comunicación Heriberto preguntó a Timi:

Y enfrente, bajo ellos y sus explicaciones de seres gigantes de otra dimensión, el carramarro corría encaramado al cúmulo de piedras con que le habían colmado su poza. Se introdujo ligero y decidido en una ola a crear su nueva casa en alguno de los túneles submarinos que había creado Timi con las piedras, y que en el futuro le darían refugio en la base de rocas marinas del muellito.

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