Timi el Viajero

Capítulo LXVI

El Oro

Esta vez Braulin se encontraba cercado por sus principales adversarios; alrededor de su cara revoloteaba la mariposa, su vieja enemiga, volviéndole loco. Y hubiera podido comérsela de un bocado si a la vez no tuviera enfrente al carramarro, amenazando con subirle por las patas a pincharle, y enfrente a Copete ladrándole en actitud de morderle por donde pudiera. Braulin estaba desazonado y mareado, rebuznaba en protesta ante esta eficaz alianza de sus amigos contra él, y buscaba infructuosamente la manera de huir del lugar, el arenal mojado por la ola del Muellito.

Timi observaba la escena sin terminar de entenderla, y quizás sin procesarla. Su maquinaria cognitiva llevaba días volcada a pensar en sus adentros un futuro en la Tóbiga de Winckly. Y no conseguía imaginarse allí, ni siquiera en el Muellito, en el mismo Muellito que él había construido. Levantó la mirada cansado de dar vueltas al mismo asunto sin hallar solución, y vio el baile de Braulin, Copete, el carramarro y la mariposa, quedó hipnotizado durante unos segundos por las impresionantes contradanzas de las que el Sol arrancaba sombras efímeras que los rebuznos lastimeros fijaban en el tiempo; y sintió solidaridad hacia Braulin, pero sin perder su simpatía hacia sus acosadores, mas en un breve segundo apareció una hilera de jóvenes de los recién llegados a Tobiga, impuso eta hilera su figura desvaneciéndose las contradanzas hacia otro mundo. Bajaban cargados de sacos y decididos en su misión hacia el Muellito.

Timi vio como subieron al Muellito, como lo recorrieron hasta el final y allí, en su extremo, volcaron lo que contenían sus sacos, que a todas luces eran piedras. Cuando salieron del Muellito, Timi les pregunto:

El que le estaba contestando, Ambrosio, era un chico greñudo y astroso. Por lo general lideraba a los otros chicos venidos de la Capital y no se entendía bien que volviera a confiar en Winckly.

Ambrosio apartó su saco un momento y metió la mano en el bolsillo de donde, con esfuerzo, sacó un pequeño objeto dorado.

… – Compruebo que no es de oro. – Da igual …

El objeto tenía una mazorca de maíz grabada en una de sus caras, en la otra el número 10, y era dorado. Timi sacó su navaja y aserró con ella el borde de la moneda, comprobando que no era de oro, que solo tenía un baño dorado. Este gesto no gustó a Ambrosio y al resto de los capitalinos venidos a Tobiga.

*********

Timi encontró a Fabian en el antiguo camino señorial de los carros, estaba desbrozándolo con una hoz y una guadaña. Sudaba.

Fabian dejó la tarea al ver a Timi azorado.

Timi quedó pálido. No se le había ocurrido eso, pero era obvio que ese era el verdadero propósito de Winckly.

Así, ambos quedaron desolados. Y su mismo entorno pareció engullirlos transformándose en un enorme río de desolación y absurdo que los llevaba hacia más desolación y absurdo.

 

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