Capítulo LXVII
Entre el Monte Wilson y los Acantilados de Kuiper.
Braulin mordió con todas sus fuerzas la cola de su competidor… lo malo es que en ese mismo instante su amigo también le mordió a él la cola con similar fuerza. Qué malo era Txuri Gomasio para Braulin, y Braulin… qué malo era para Txuri Gomasio.
Viendo la tremenda escena Timi se apiadó de ambos y dijo:
– Esta bien. Aquí solo hay una solución. Solo vendrás tu. Solo me acompañarás tu al Monte Wilson, Braulin.
– ¡Iiiinnnnkk! ¡Iiiinnnnkk! – Protestaron a la vez Braulin y Txuri Gomasio, pues aunque se peleaban ambos querían estar juntos.
– Esta bien. Vendreís los dos.
Cargados los bártulos, salió el trío hacia el camino de la costa, rumbo a la Ladera Sureste del Monte Wilson, en la parte Norte de la Costa Este de la Isla Brouk. Luminoso destino.
Timi no guardaba rencor a Tobiga, pero no podía quedarse a ser cosa, una cosa de Winckly, de nuevo, ni estar entre tantos amigos que le habían dado la espalda e iban a ser cosas de Winckly sin la menor resistencia. Luchaba por obtener las mejores emociones y sentimientos, aunque fuera de los recuerdos y las esperanzas, entre tanta negatividad como la que le rodeaba. Pero el pensar en el Monte Wilson le llenaba de vida y frescor.
Los trabajos y peligros de estar solo no le intimidaban. Sabía que Heriberto, Paladia, Fabian y Peter el Peregrino pronto irían allí. Y sabía que Winckly pronto volvería a dejar en la ruina a todos de nuevo.
Al cruzar el pueblo solo vio a Bruni la Piloto. Ella estaba con su bicicleta ante la cuestita que iba al Muellito.
– Hola Timi. ¿Quién es ese?
– Txuri Gomasio, otro refugiado de la Capital. Al parecer su dueño murió por la Nube Rosácea. Le he adoptado y se ha hecho amigo de Braulin.
Braulin y Txuri Gomasio se pusieron a bailar haciendo el tonto para agradar a Bruni. Se levantaban sobre las dos patas traseras los dos, iban para adelante y para atrás, tonteaban juntos y así a la vez intentaban convencer a Timi de lo amigos que eran.
– Qué monos. Pero ¿dónde vaís?
– Vamos al Monte Wilson. Voy a establecerme ahí.
– ¿Ah si?
… Se besaron y el trío tomó el rumbo hacia el Norte …
– Si Bruni. Voy a empezar de nuevo. Pronto vendré a por el velero, cuando construya allí un muellito. Dejo la casona, dejo Tobiga, y haré allí una casa frente a la costa.
– Iré a visitarte. – Dijo Bruni.
Se besaron y el trío tomó el rumbo hacia el Norte, por la estrecha franja de la playa. Un mar de flores rosas, pequeñas flores de salitre, alfombraban las laderas que descendían hacia el mar. No olían, pero completaban al yodo y la caricia de la brisa en el avance hacia el Monte Wilson.
Heriberto, Paladia y Gorgias, y Fabian, y también Peter el Peregrino, pronto irían a visitarle. Ya se insinuaban las laderas del Monte Wilson, esos suaves planos repletos de un mar de hierba. Se sentaron a descansar antes de abordar el largo tramo final. Timi miraba hacia el Monte Wilson y hacia el mar. Txuri Gomasio y Braulin le esperaban sentados. El Monte Wilson estaba espectacular, olímpico y gigante, esperándoles, con la Luna rotundamente izada sobre él.
¿Sería la Luna de queso? ¡Jajaja! Rio para sus adentros Timi por la absurda pero simpática idea. Pero se dio cuenta de que en realidad ese astro que estaba viendo no podía ser la Luna, era más grande y no se correspondía ni en colores ni en tamaño ni en formas con la Luna. No podía ser.
Mientras así discurría, Txuri Gomasio mordió a Braulin, y este se le tiró encima. Timi tuvo que intervenir:
– Ya basta Txuri. ¡Deja a Braulin!
Volvió a mirar hacia el extraño astro que había confundido con la Luna. Pero ahora ya nada había allí, solo el cielo inmenso, perdiéndose hacia los Acantilados de Kuiper, infinitamente abierto sobre el gigantesco Monte Wilson que los esperaba calmo, planetario, acogedor.
FIN
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