Capítulo LI

El Monstruo Marino.

Ya estaban entrando en Tóbiga y Peter el Peregrino no había convencido más que a Catalin de la veracidad de la existencia del monstruo marino que él había visto.

Pero a Catalin nadie le creía nada, y menos aún esta historia de Samuel y su primo.

Sin embargo, Peter había hecho todo el camino totalmente pálido y sudando frío, afirmando la monstruosidad del ser por el visto. Necesariamente, algo extradordinario debío haber sucedido.

Al llegar a la Casa Azul fueron a la despensa y su abalanzaron sobre la comida, excepto Peter el Peregrino.

Todos almorzaban comiendo con fruición maiz, huevos y verduras, menos él, que tenía el estómago cerrado, y desganado no podía sacarse de la cabeza el monstruo. Así que se burlaban de él.

Harto ya, decidió secretamente volver al lugar a la mañana siguiente para intentar volver a ver al monstruo marino y obtener alguna prueba de su existencia que tapara la boca a sus amigos.

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Según el libro «Enciclopedia de la monstruología», Tomo IV, La Monstruología Marina, páginas de la 112 a la 115, el tal Samuel (o su primo) era de la variedad de los tritones coludos, especialmente feroz en el ataque. Eso afirmaba el libro que le había dejado Catalin, en el que se daba el conjuro que hacia desaparecer al monstruo en caso de apuro:

Sonaba realmente tonto que un monstruo de tan colosal tamaño como era ese fuera a amilanarse ante este estúpido conjuro. Pero armado con ese conjuro y con un palo, y confiando en las afirmaciones de Catalin sobre la posible mansedad del monstruo – si era Samuel – Peter el Peregrino se atrevió a volver al paraje de las tortugas.

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Muy de mañana Peter se apostó en los matorrales y esperó: Gaviotas volando. Sonido de olas, Conchas y caracolas marinas. Escarabajos peloteros circulando, todo esto y más estaba por allí pero no Samuel o su primo. Nada, ni adelante, ni a la derecha, ni a la izquierda… ni, un momento, se quedó pensando Peter ººººHacia atrás no he miradoºººº. Intentando dominarse pero muy asustado ante la idea de que el monstruo marino pudiera estar a su espalda se dio la vuelta lentamente y sin entrar en pánico, aunque la fuerza de la intuición le informaba de la gravedad del momento.

¡Horror! ¡El horrible monstruo marino se hallaba a su espalda. De sus fauces pendían repugnantes salivas y sus enormes colmillos se cernían sobre él.

Entonces el primo de Samuel retrocedió muy asustado, buscó con la mirada a la desesperada una salida y salió al trote hacia el mar con agilidad de cuadrúpedo atemorizado.

Había ganado. Impresionado de sí mismo no salía de sus asombro y examinó el victorioso palo para encontrar otra respuesta al inopinado amilanamiento del monstruoso bicho. En su punta había un pequeño escarabajo verde plata. Eso era lo que había espantado al monstruo marino, primo de Samuel.

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