Timi el Viajero en Las Aventuras en la Isla Brouk
Capítulo III
Los árboles se perdían a lo lejos, silenciosos, por ambos lados del camino. No corría el viento, y hacia el horizonte flotaba una alegría clara y ligera en la vereda del camino que bordeaba el Reino Hok, rumbo a la Capital.
Peter el Peregrino y Pitu Kangrejo caminaban a buen ritmo conduciendo a su burrito gris cielo que, perezoso y entre protestas, cada cien metros paraba a descansar. El Reino Hok aparecía con su colección de viñas y peñas rodeadas de pastos en los que se esparcían oníricas las ovejas, quedando a su izquierda. Al otro lado, suaves laderas se superponían hasta donde alcanzaba la vista, que no era todavía el lejano perfil de la Capital de la Isla.
El burrito gris cielo rebuznaba cada cuanto, protestando apurado por el peso de la maleta, y Peter el Peregrino y Pitu Kangrejo iban discutiendo:
…el Reino Hok aparecía con su colección de viñas y de peñas rodeadas de pastos…
– La culpa la tienes tu, Peter, que no le dejas a Braulín ir a su paso.
Braulín era como se llamaba el hermoso burrito gris cielo que una buena vecina de Peter, Paladia, les había dejado para que porteara sus equipajes y les hiciera compañía durante el viaje.
– La maleta es tuya, ¡caradura! – Replicó molesto Peter el Peregrino-.
Y es que, en efecto, Peter llevaba su propia mochila en sus espaldas durante todo el viaje, mientras el maletón de Pitu Kangrejo, aunque más bien vacío, reposaba en los sufridos lomos de Braulín, nuestro hermoso burrito blanco.
Así iban a un ritmo cadencioso por la vereda que lindaba con el Reino Hok, cada cuanto discutiendo, cada cuanto parando entre los rebuznos de protesta de Braulín, pero progresando inexorablemente como el Sol va adelante todo el día, siempre avanzando en el firmamento, hasta esconderse tras los montes de la Tierra o las olas del mar.
De pronto, a treinta metros frente a ellos surgió un caballero andante vistiendo una rutilante armadura y sosteniendo un flamante estandarte rojinegro con el símbolo de un dragón. El caballero desmontó de su caballo y, avanzando a pie, pisó enérgicamente el terroso camino, poniéndose en el medio del paso.
Allí quedó en actitud de espera; era el Señor Hok. Al llegar nuestra feliz expedición a su altura, el Señor Hok ordenó:
– No avancen más.
El grupo se detuvo asustado.
– Este es el camino del Reino Hok. Todo el que quiera pasar por aquí ha de pagar un talento.
Ante esta declaración Peter el Peregrino y Pitu Kangrejo se miraron incrédulos. Braulín, ajeno al problema, descansaba contento. Un talento era una suma muy considerable.
– Perdone Señor, nosotros solo vamos a la Capital a comprar una medicina para mi padre enfermo, y solo tenemos un talento para comprarla, por esto no podemos dárselo.
– No es mi problema – Informó el Señor Hok – si queréis pasar habéis de pagar un talento, de lo contrario dar la vuelta y regresar por donde habéis venido.
Dicho esto sacó la espada, la esgrimió hacia ellos y dio un paso más en su dirección, quedando totalmente enfrentado y amenazante.
El grupo, girando sobre si mismo, dio la vuelta de inmediato y entre los rebuznos de protesta de Braulín por el nuevo inicio de la marcha, retomó el camino en dirección contraria, otra vez hacia el Puerto Borikaia.
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