Timi el Viajero

Capítulo LXII

Bienvenida a Mufi.

Tras una dura mañana de trabajos, los chicos almorzaban y mojaban sus pies en las rocas del arenal que flanqueaba el muellito. Tenían pescado, maíz y frutas. Y solo se oía el «ñam ñam ñam» de sus carrillos moviéndose hasta que…

A Timi se le atragantó el bocado.

Todos los chicos se olvidaron de la comida en un instante. Había que ir a allí. Olvidándose de la comida y abandonando el momento de asueto que estaban disfrutando, salieron corriendo a confrontarse con el malvado Winckly, allá en la entrada del camino del carro, al final de la hilera de casonas de Tóbiga.

Era cierto, allí un puñado de wincklynianos con el mismísimo Winckly encabezándolos estaban detenidos por Heriberto y Paladia y algunos tobiganos más. Venían desharrapados y cabizbajos, y Winckly aferraba contra su pecho a Mufi que miraba ingenuo y asombrado a los tobiganos y al mundo, con su graciosa nariz de nácar color azabache. Llevaban un herido.

Ante esto Paladia saltó:

Veloz, saltó Rodas a contestar a Paladia.

Timi lo hubiera estrangulado ahí mismo porque además de que estaba mintiendo, pues esos dos truhanes habían sido dos Aás a quienes Rodas y Winckly habían engañado y dado órdenes expresas de retenerle y aislarle, aunque ahora lo negaran, en esa petición de perdón no había ni toma de conciencia del mal hecho, ni contrición, ni arrepentimiento, ni penitencia, ni propósito de enmienda, solo había un teatro político muy indecente que le trajo malos presagios. Inmediatamente sin pararse a rebatir a Rodas, y mientras Paladia prorrumpía en imprecaciones hacia Rodas, Timi giró hacia Winckly y le espetó muy enfadado:

Winckly, siempre peligroso, no se inmutó, al contrario tomó un tono de voz sensato y un aspecto sereno y apaciguado y contra-argumentó con el estilo y el cariz de un hombre bueno, injustamente acosado en la adversidad por el destino y la incomprensión de la gente, mientras Mufi miraba al infinito y a Timi, asombrado, ingenuo, como siempre pareciendo esperar entrañablemente algo entrañable de su entorno, allí en los brazos de Winckly.

Bruni la Piloto miraba a Mufi completamente encantada con él. Preguntó:

Bruni salió al paso de esa supuesta decisión de retirarse de Tóbiga limpiamente que exhibía el teatrero Winckly:

Así, el herido fue traspasado a Heriberto, Paladia y Peter el Peregrino, y Winckly dijo:

No menos de cincuenta tobiganos rodeaban ya a los wincklynianos, y no, no era cierto que fingían en lo que respecta a su estado físico sino solo en lo que concernía a su responsabilidad en lo acaecido con la Gran Nube Rosácea, en lo físico, era cierto, estaban realmente mal. Y así empezaron a surgir protestas entre algunos de los nuevos tobiganos recientemente acogidos por Timi y sus amigos para la nueva Tóbiga.

Varios nuevos tobiganos se pusieron a apoyar a Bruni a impedir la salida de los wincklynianos quienes, viendo la fisura entre los tobiganos, quedaron a la expectativa.

Timi echaba fuego por los ojos y estaba a punto de soltarse en una tormenta de indignación, pero Bruni, hábilmente, le desarbolo:

Timi apenas pudo balbucear un enrarecido No, y Paladia dijo No desde atrás, pero ya el resto de los asistentes a este intercambio había aceptado la solución de Bruni y se frotaban las manos con el juego que podía dar la carrera por el derecho a quedarse en Tóbiga. Timi parecía catatónico, sin saber qué hacer con Bruni, y Bruni miraba a Mufi con gran candor, sonriéndole feliz de haberle ayudado y olvidada ya del pulso con Timi, y refulgiendo entre todos los reunidos como la gran artífice que había conseguido que se quedara. Y Mufi la miraba, ingenuo, asombrado, pareciendo comunicar mil cosas entrañables desde su vacío cuerpo de trapo.

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