Capítulo LXII
Bienvenida a Mufi.
Tras una dura mañana de trabajos, los chicos almorzaban y mojaban sus pies en las rocas del arenal que flanqueaba el muellito. Tenían pescado, maíz y frutas. Y solo se oía el «ñam ñam ñam» de sus carrillos moviéndose hasta que…
– ¡Ha venido Winckly!¡Han venido Winckly y Rodas! –Gritaban por Tóbiga unos de los jóvenes más recientemente venidos a Tóbiga.
A Timi se le atragantó el bocado.
– ¿Dónde están?
– En la antigua entrada del camino del carro.
Todos los chicos se olvidaron de la comida en un instante. Había que ir a allí. Olvidándose de la comida y abandonando el momento de asueto que estaban disfrutando, salieron corriendo a confrontarse con el malvado Winckly, allá en la entrada del camino del carro, al final de la hilera de casonas de Tóbiga.
Era cierto, allí un puñado de wincklynianos con el mismísimo Winckly encabezándolos estaban detenidos por Heriberto y Paladia y algunos tobiganos más. Venían desharrapados y cabizbajos, y Winckly aferraba contra su pecho a Mufi que miraba ingenuo y asombrado a los tobiganos y al mundo, con su graciosa nariz de nácar color azabache. Llevaban un herido.
-¿Qué os trae por aquí? -– Exigió responder enfadado Heriberto. – No sois bienvenidos.
– Nos han echado de todas las partes de esta isla, nadie nos quiere acoger. – Dijo uno de los acompañantes de Winckly.
– Y nos han pegado.
– Unos pájaros gigantes nos atacaron a picotazos en los pantanos.
– Nuestro panadero necesita cuidados urgentes, sino conseguimos ponerle en un sitio limpio, abrigado y seguro para hacerle curas y darle cuidados, morirá. –Afirmó Winckly-.
Ante esto Paladia saltó:
– Vaya ¿a quien tenemos aquí? Al responsable del secuestro de Timi y de la plaga de la Gran Nube Rosácea que casi despuebla la Isla Brouk. Winckly, tu no eres bien recibido en Tóbiga.
Veloz, saltó Rodas a contestar a Paladia.
– Nosotros no secuestramos a Timi, lo pusimos bajo protección domiciliaria, pero los protectores resultaron ser un poco brutos. Discúlpame, Timi, te pido perdón, la culpa fue mía, que me fié de esos dos truhanes.
Timi lo hubiera estrangulado ahí mismo porque además de que estaba mintiendo, pues esos dos truhanes habían sido dos Aás a quienes Rodas y Winckly habían engañado y dado órdenes expresas de retenerle y aislarle, aunque ahora lo negaran, en esa petición de perdón no había ni toma de conciencia del mal hecho, ni contrición, ni arrepentimiento, ni penitencia, ni propósito de enmienda, solo había un teatro político muy indecente que le trajo malos presagios. Inmediatamente sin pararse a rebatir a Rodas, y mientras Paladia prorrumpía en imprecaciones hacia Rodas, Timi giró hacia Winckly y le espetó muy enfadado:
– Eres el responsable de la ruina de la Isla Brouk. Por tu codicia muchísimas personas han sufrido mucho y algunos han muerto envenenados y aún así tienes la desvergüenza de presentarte aquí a pedir cuartel y a que te acoja Tóbiga.
Winckly, siempre peligroso, no se inmutó, al contrario tomó un tono de voz sensato y un aspecto sereno y apaciguado y contra-argumentó con el estilo y el cariz de un hombre bueno, injustamente acosado en la adversidad por el destino y la incomprensión de la gente, mientras Mufi miraba al infinito y a Timi, asombrado, ingenuo, como siempre pareciendo esperar entrañablemente algo entrañable de su entorno, allí en los brazos de Winckly.
– ¡Ay, cuánta injusticia! Buen Timi, no estás bien informado. Nosotros no podíamos cerrar las canteras pues nos presionaban desde el continente y hasta de los mismos talleres y centros de extracción de la piedra rosa. Pero es igual, nos iremos de aquí.
Bruni la Piloto miraba a Mufi completamente encantada con él. Preguntó:
– ¿Cómo se llama?
– Mufi.- Respondió Winckly.- Venga, vámonos.
Bruni salió al paso de esa supuesta decisión de retirarse de Tóbiga limpiamente que exhibía el teatrero Winckly:
– Timi ¿No irás a permitir que ese hombre herido se muera en los pantanos?
– El herido puede quedarse. – Afirmo Timi.
– OOOOOhhhhhh. – Se oyó como un coro de aprobación en el remolino de gente que se había congregado para ver el acontecimiento.
Así, el herido fue traspasado a Heriberto, Paladia y Peter el Peregrino, y Winckly dijo:
– Hale, vámonos. Qué tengáis suerte. No os guardamos rencor, tobiganos. – En sus brazos Mufi miraba perplejo, ingenuo, llevado por el viento de la Historia no se sabe donde, y Bruni lo miraba sintiendo inaceptable la impotencia que le causaba la marcha obligaba de ese hermoso osito de peluche.
– No es justo, Timi, – Soltó Bruni. – ya va siendo hora de que te hagas mayor y no nos impongas estos daños a todos. Tu no puedes echar a la gente de la capital así como así, eres un tirano.
– ¿Cómo?
– Bruni, deja de decir sandeces.- Gritó Paladia desde el pie de la camilla, donde componían al herido para trasladarle a una habitación de la casona, junto a Heriberto, quien gritó desde allí:
– No les hagáis caso, están fingiendo.
No menos de cincuenta tobiganos rodeaban ya a los wincklynianos, y no, no era cierto que fingían en lo que respecta a su estado físico sino solo en lo que concernía a su responsabilidad en lo acaecido con la Gran Nube Rosácea, en lo físico, era cierto, estaban realmente mal. Y así empezaron a surgir protestas entre algunos de los nuevos tobiganos recientemente acogidos por Timi y sus amigos para la nueva Tóbiga.
– ¡No es justo! Tobiga es la nueva Capítal, todo el mundo tiene derecho a estar aquí, Timi.- Gritaba Bruni, mientras creía ver una dolorosa tristeza en la mirada de Mufi, por culpa de Timi-.
– No pueden quedarse, son unos asesinos y si les dejáramos hacerlo nos volverían a hundir. – Contestó con la mayor flema y el cuajo más impertérrito Timi -.
Varios nuevos tobiganos se pusieron a apoyar a Bruni a impedir la salida de los wincklynianos quienes, viendo la fisura entre los tobiganos, quedaron a la expectativa.
Timi echaba fuego por los ojos y estaba a punto de soltarse en una tormenta de indignación, pero Bruni, hábilmente, le desarbolo:
– Tienen que tener al menos una oportunidad de quedarse.- Dijo con total convicción.– Al menos dejemos que se recuperen, y cuando estén ya bien, hagamos una carrera de bicis con ellos. Si ganan podrán quedarse en Tóbiga, que es la nueva Capital de la Isla Brouk, si no ganan, habrán de marchar a buscar otro lugar donde asentarse.
– ¡Bien! ¡Bien! – Hubo aplausos a Bruni desde el gentío -.
– ¡Qué buena idea!
– Nosotros lo aceptamos y rogamos a todos que lo acepten.- Dijo Winckly.
Timi apenas pudo balbucear un enrarecido No, y Paladia dijo No desde atrás, pero ya el resto de los asistentes a este intercambio había aceptado la solución de Bruni y se frotaban las manos con el juego que podía dar la carrera por el derecho a quedarse en Tóbiga. Timi parecía catatónico, sin saber qué hacer con Bruni, y Bruni miraba a Mufi con gran candor, sonriéndole feliz de haberle ayudado y olvidada ya del pulso con Timi, y refulgiendo entre todos los reunidos como la gran artífice que había conseguido que se quedara. Y Mufi la miraba, ingenuo, asombrado, pareciendo comunicar mil cosas entrañables desde su vacío cuerpo de trapo.
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