Timi el Viajero en Las Aventuras en la Isla Brouk
Capítulo VIII
Boa Vista Dos Santos extendió el macuto desliándolo sobre la superficie de la arena. Los amigos contemplaban fascinados la danza de las llamas, absortos por el hipnótico fuego de la hoguera de Barba Blanca y por el efecto de su amoroso calor sobre sus cuerpos, cansados tras la caminata por la Playa Larga. Parecían haber entrado en otra dimensión.
Boa Vista Dos Santos, Barba Blanca, al desliar el macuto con el estrépito de la caída de los objetos que quedaron expuestos sobre la arena, se asemejaba a un genio salido del fuego. Sin levantarse ni perder concentración todos cambiaron su foco de atención desde el fuego al tesorillo de Baba Blanca y, desde allí, al rostro y figura de genio intemporal que Boa Vista acababa de cobrar.
– Este reloj marino es lo último que queda del barco de mi tatarabuelo, uno de los primeros habitantes de la Isla Brouk. Fue tripulante del Galeón Brouk, del que tomó nuestra Isla.
Dicho esto, alzó, mostrándolo, un hueso que parecía un bastón.
– Esto es el hueso de la pata de un ave gigante. La Isla estuvo repleta de estos animales, pero los primeros colonos no paraban de cazarlos y los gatos se comían sus huevos. No queda ya ninguno, aunque existe la leyenda de que alguno de ellos sobrevivió.
Después sacó un arcabuz muy antiguo, que parecía más que un arma real una pieza de museo.
– Este arcabuz fue empleado en la defensa de la Isla ante un ataque corsario que pretendía capturar a los primeros habitantes para venderlos luego en los mercados de esclavos de Isla Tortuga. Cada una de las muescas que tienen las cachas de su empuñadura significa uno de esos corsarios abatido.
Así siguió Boa Vista describiendo los objetos del tesorillo hasta que terminada de explicar la colección de objetos, tomó un aire extraviado y comenzó un relato que aún cautivó más a Timi y sus amigos, con la excepción de Braulín que, tras mirar con aire melancólico a la noche estrellada durante un buen rato, había caído como un trapo al suelo, quedándose dormido en el más profundo de los sueños.
– La Isla Brouk vivió su época dorada cuando fue escala de los barcos que transportaban cacao, algodón, caoba, tabaco, plata, oro y ciertas especias entre América, África y Europa. De esa prosperidad salieron las grandes casonas de Tobiga que, ahora abandonadas, veréis mañana por el camino.
…La Isla Brouk vivió su época dorada cuando fue escala de los barcos que transportaban cacao, algodón, caoba, tabaco…
– Un día llegó un barco de metal al entonces muy activo Puerto Borikaia, el mismo que hoy solo se dedica a la pesca y a sus ocasionales reparaciones de naves. Esto me lo contó mi abuelo. Hubo una gran expectación entre las gentes de la Isla pero, a continuación, dejaron de venir barcos de madera. Los altos mástiles de madera de los veleros desaparecieron del Puerto y la prosperidad desapareció con ellos. Y es que los barcos con casco de acero pasaban de largo frente a la isla, y eran muy pocos los que paraban en el puerto. Así, muchos broukenses tuvieron que irse al continente a buscar trabajo. En la Isla quedamos muy pocos pocos paisanos, olvidados del mundo, lejos de la antigua riqueza y desconectados de la civilización industrial durante décadas, pero ello nos aproximó a la Naturaleza.
Eustaquio enunciaba su relato como un manantial forma su corriente. Con un cadencia prístina brotaban de su interior de narrador experto las evocaciones de los pasados tiempos, como un poeta anónimo cuenta su propia historia y la de su mundo a los testigos del futuro, ya llegados ante él.
– Pero la civilización industrial terminó por volver como suele hacerlo, y llamó a la puerta echándola abajo a trompicones – Prosiguió Eustaquio-. Una poderosa compañía mundial se apropió de las Montañas del Norte, que tienen una hermosa piedra de color rosáceo muy demandada en el Continente, y las puso en intensa explotación. Así surgió la Capital Libre. El Reino Hok también surgió entonces. Allí nos pusimos a vivir todos los que en la Isla no queríamos ser avasallados por las grandes máquinas de las canteras. Hubo una guerra, y finalmente toda la Isla quedó en manos de la compañía “Rawson Associated inc”, menos una pequeña parte, el Reino Hok.
De pronto se oyeron más allá del fuego unas exclamaciones:
– ¡Pantalán, pantalón, yo me como el melón!
Sin solución de continuidad, mientras los tres amigos pasaban a interrogar con los ojos a Boa Vista, este, interrumpiendo el relato, con toda naturalidad explicó:
– Está loca.
– ¡Pantalán, pantalón, yo me como el melón!
– Es Catalin.
Pero ya los jóvenes habían ido cayendo uno detrás en el mayor de los sopores, y mientras se le caía la mente en la espiral del palacio de Morfeo, Timi pensó que ya lo mejor sería quedarse a dormir junto al fuego, dejando al rumor de las olas encargado de velar por los sueños del grupo.
Créditos: Herramientas de apoyo Google. Documentaciones: Wikipedia. Imagen: Paco Gil Blog. El Arte en la Calle.
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