Capítulo XXVIII
Irrumpiendo en la Gran Sala.
Los gemelos Lin y Timi contuvieron la respiración algo asustados al ver que por fin se iniciaba lo que prometía ir a ser un aterrizaje de los que hacen época. El descenso se aceleró y en pocos segundos estaban entre los edificios a pocos metros de Tierra, entonces los Lin y Timi aparetaron los dientes. Segundos después, la fantástica motocicleta golpeó contra el suelo, rebotó y volvió a caer bandeando violentamente a uno y otro lado pero sin perder la línea recta ya dentro de una velocidad vertiginosa de aterrizaje, sin vuelta atrás. En esa delirante toma de tierra, la moto fantástica bandeaba, golpeaba y botaba todo a la vez, aquí y allí, a velocidad de proyectil hacia el mercado.
Winckly, en esos mismos instantes, se dirigía a la asamblea congregada en el mercado en estos términos:
– No es necesario cerrar todas las canteras. De hecho, si se hiciera bien se podrían dejar abiertas la mayoría de ellas, siempre y cuando se apliquen una serie de medidas que atiendan a mejorar la vida de los ciudadanos.
Saltó el joven Rodas:
– Pues habrás que darse prisa, porque ya ha quedado claro que el grupo de saboteadores venidos de Borikaia y el autoritario ex-Guardián de la Capital están intentando formar un grupo de asalto en Puerto Borikaia para venir a atacarnos e impedir que se tomen estas medidas.
…¡Intolerable! ¡Denigrante!…
– ¡Intolerable!
– ¡Denigrante!
El gordo Spellding soltó enfurecido:
– No se lo vamos a permitir, por nuestra salud no vamos a consentir que impidan la reapertura de las canteras ya regeneradas y saneadas, y la creación del Gran Circo de la isla.
Pero simultáneamente la fantástica moto se acercaba a velocidad de turbo directamente a la puerta del mercado, sin que el Guardián pudiera hacer nada para frenarla.
– Aayayayayayayayayaaaaaaaa!!!!!!
– Aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!!
– Aggggggggggggggggg!!!!!!!
Ajeno a estos acontecimientos que ocurrían en el exterior de la Gran sala, Wincly tomó la palabra con aire de afectación:
– Venceremos, ganaremos, no podrán con nosotros nunca. – A esto la multitud reunida en la Gran sala del mercado respondió con una ovación – No podrán impedir que regeneremos nuestra isla. No. Lo primero que tenemos que hacer es aprobar la creación de un Comité de retenes con el que controlar los accesos a la capital, con el primero objetivo de detener a los saboteadores de Borikaia, cuando intenten acceder a nuestra ciudad.
Parecía muy razonable este declaración de principios y su propuesta, y se oyó un murmullo de aprobación:
– Que alcen las manos los que estén de acuerdo.
Primero la alzó Rodas. Luego Wincklu, Después, Spellding. A continuación varios tenderos del mercado y algunos camioneros. Poco a poco fueron alzándose manos hasta que la mayoría con las manos levantadas aprobaba la formación y las funciones de los comités de retén, que en esencia consistián en la prohibición del acceso a la ciudad al Guardián y a Timi y sus amigos y en la creación de un nuevo poder de seguridad. Entre el bosque de manos alzadas faltaban Pómulo Violeta y Cararroja.¿Dónde estaban?
Winckly, visiblemente satisfecho señaló hacia Rodas, justo cuando se oyó un escarceo que creció de inmediato alarmantemente hasta explotar con toda violencia por la puerta… la moto del Guardián imparable cruzo por la puerta del mercado sin estamparse gracias a una maniobra desesperada del guardián, aunque un ala quebró con un crujido tremendo como si fuera un palillo de dientes. El precioso manillar de astas de ciervo allí cascó y se hizo trizas en un rebote, tras esos sucesivos choques aún le quedó inercia a la moto fantástica para avanzar a gran velocidad hacia el corro de la asamblea, donde, ese mismo momento, y mientras docenas de participantes se apartaban en un movimiento reflejo colectivo, Rodas cantaba triunfal el resultado de la votación sin darse cuenta de lo que le venía encima:
– ¡Resolución aprobada!
Inmediatamente el ala que quedaba de la moto le barrió las piernas desde atrás. Rodas cayó ipso facto como un muñeco, y se dobló mecánicamente hacia atrás, dándose un golpe descomunal en la nuca. La moto aún hizo un giro y allí quedó frenada en seco por un escalón de piedra de la Gran Sala del Mercado, saliendo lanzados rodando como canicas hacia el centro de la Asamblea los Timi, Tzi, su hermano y Heriberto.
El testarazo fue descomunal, sobre todo el del guardián al que afortunadamente frenó el cuerpo del fortachón Spellding. Un segundo después reinaba el silencio en la Gran sala del mercado de la capital.
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