Timi el Viajero en Las Aventuras en la Isla Brouk

Capítulo IX

 

Desde el pedregal al que arribaron horas después, ya en los últimos riscos del extenso tramo de los farallones, se atisbaba al fondo la Capital de la Isla Brouk. Los cuatro amigos se sentaron en ese paraje abandonándose al silencio pues estaban cansados de la dura marcha por el bravo sendero de roca desnuda. Ya en descanso, cada uno se sentó en una postura diferente en las rocas, buscando la mayor comodidad posible. Pitu Kangrejo quedó frente al mar que, en ese momento de cansancio y calor, parecía un ensueño absorvente repleto de energías blancas y grises. Y rápido se durmió entre los vaivenes de las olas y las caricias de la brisa marina.

Pronto se le apareció una tableta de chocolate de un tamaño descomunal. Iba a cogerla cuando vio una montaña de gusanitos de queso anaranjados que casi alcanzaba su altura. No lo dudo, se lanzó a ella pero… en ese mismo instante la montaña de gusanitos anaranjados se convirtió en un tomate que cantaba esta canción:

…Pitu se sintió estafado, ¿dónde estaban los gusanitos anaranjados?…

Pitu se sintió estafado, ¿dónde estaban los gusanitos anaranjados? ¿y el chocolate? ¿por qué no aparecía el salchichón que prometía la canción del tomate y el puerro?

 

Ante Pitu apareció un plato repleto de acelgas, zanahorias y alcachofas
¡AUXILIO!

Pitu decidió despertarse a toda costa lo antes posible para salir de esa pesadilla. Con todas sus fuerzas logró abrir los ojos. Y en el mar vió que había ante él una isla hermosísima de un verde intenso y con peñascos cubiertos por hermosas nieblas blanquísimas. Pero, no podía ser; se frotó los ojos, volvió a mirar y, de pronto, allí no había nada.

Rápido se giró hacia sus amigos.

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