Capítulo XVIII
Abordaje nocturno del velero.
Pronto, muy pronto, cuando los chirridos del muelle por el bamboleo de la borda contra las defensas eran el silencio que sale del frío nocturno, llegó Peter el Peregrino con su macuto ante el velero de Timi. Este ya laboraba disponiendo las cosas para el viaje.
– Buenos días por la mañana.
– Igualmente – Rezongó absorto Timi.
La luz naranja pálida, débil, que dejaba una aureola de inconcreción en todo el área de su volumen, incrementaba la soledad del muelle. Todos dormían, los peces, las ratas, las gaviotas, los pescadores, todos.
Cómo de la nada surgió una silueta anónima, imposible, se concreto muy lenta ¿quién sería? ¿quién? No era un desconocido, ni un ángel despistado, ni un enemigo saliendo de las sombras, era simplemente el simple y ahora doblemente entrañable Pitu Kangrejo con rostro legañoso y somnoliento, y que está vez no traía su maletón.
– Mi Madre. Qué sueño y qué hambre – compartió -. Buenos días a todos.
Abordaron el velero y Timi los dispuso en cubierta explicándoles los pormenores del viaje y las tareas que se pedía a su colaboración. Después Timi salto a tierra para soltar amarras. En eso oyeron un rebuzno escandaloso:
…agarró la estacha de proa sacándola del noray y se la lanzó a Pitu Kangrejo…
– ¡Iiink, iiink!
Era Braulin.
Braulin estiraba de Paladia hacia el velero. La escena era cómica y paró toda actividad en eel velero hasta que llegaron ante él.
– Buenos días chicos.
– Jajaja ¿Braulin también quiere venir?
– Si, no me ha dejado dormir en toda la noche – informó Paladia- ¿puede ir?
– Si, – respondió Timi con rotundidad -, pero se va a marear.
Cuando aún no había terminado de decir esto, ansioso, Braulin ya estaba saltando a cubierta aparatosamente.
Paladia dijo:
– Tomar chicos.
Y ofreció un sobre cerrado con una carta a Timi.
– Cuando lleguéis a la Capital Libre abrir este sobre, no antes. Contiene una información especial.
Timi, sorprendido, pero algo mecánicamente indiferente, cogió el sobre, se lo guardó en la pechera, agarró la estacha de proa sacándola del noray y se la lanzó a Pitu Kangrejo.
Después cogió la otra estacha, la sacó del noray y corriendo, no sin sonreír a Paladia, saltó por la proa al velero, inmediatamente agarró el bichejo y separó el velero del muelle. El motorcito ya estaba en marcha.
Casi sin colaboración de sus amigos, Timi remató limpiamente la maniobra y ya con total elegancia el velero navegaba hacia mar abierto, poniendo rumbo al oeste. Desde el timón, Timi gritó hacia Paladia:
– ¡Hasta pronto!
Unos minutos después todo era otra vez el silencio del muelle. Paladia ya no estaba. Las primeras gaviotas y el velero, avanzando, se confundían lejanos desapareciendo frente a la boca del puerto.
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