Timi el Viajero

Capítulo XIX

Navegación a la Capital.

 

Con el viento a proa, pronto apagaron los motorcitos e izaron las velas. Menos de media hora les costó doblar el cabo Calpe, al Soroeste de la Isla Brouk, y enfilar hacia el Norte de la isla costeando frente a las playas y prados del Reino Ok, que estaban deshabitados y por ello tenían como una extraña aura de mágica irrealidad y, a la vez, de contundente materialidad natural.

…Braulin se mareó, Pitu Kangrejo se mareó y Peter el Peregrino se mareó…

La mar estaba rizada y el velero se bamboleaba de vez en cuando. Braulin se mareó, Pitu Kangrejo se mareó y Peter el Peregrino se mareó. Solo Timi y las gaviotas seguían normales.

Durante toda la mañana no divisaron de presencia humana más que una casona y un corral en la costa del Reino Hok. Y ya a mediodía comenzaron a costear frente a la Tierra de los Aliens Acelerados. La línea de la costa era básicamente igual que la del Reino Hok, pero las nubes y la hora cambiaron el color de este mundo haciéndolo irreconocible, sin continuidad, por algún factor extrañamente ausente o presente, con el del Reino Hok. Ahora el litoral estaba pintado sobre un fondo gris que variaba infinitamente y oscurecía, perlándolos, a los tonos verdes de los prados y a alguna montaña perdida entre las nubes.

En dos ocasiones vieron agrupaciones de chabolas en las laderas de la costa del País de los Aás. Estaban hechas con cartones y plástico multicolores y había fuegos y columnas de humo brotando de ellos. A media tarde viraron el Cabo Logoró, terminado en una larga hilera de arrecifes penetrando al mar, y entonces comenzaron a llover gruesas gotas frías, primero espaciadas y luego sonoras y cerradas. Timi se puso el traje de agua y siguió impertérrito al timón.

Braulin ni siquiera rebuznaba el pobre. Durante toda la tarde costearon lentos pues el viento viraba y cesaba alternativamente dando grandes trabajos a Timi en el velamen.

Esta costa estaba dominada por riscos y peñas rosadas que caían a pico hacia el mar, y allí se hundían no habiendo apenas calas ni playas. En algún punto aparecieron un grupo de delfines que les siguieron un rato.

…pero el avance era ágil, fresco, juvenil, penetrando en los palacios oscuros del mar nocturno…

Todo iba oscureciéndose en la tarde noche. Incluso el sonido de las olas golpeando el casco parecía contener quejas como sombras que se mezclaban con el bramido del viento, que arreciaba a medida que caía la noche. Pero el avance era ágil, fresco, juvenil, penetrando en los palacios oscuros del mar nocturno. Pero allí las montañas rosáceas estaban destrozadas, como llagas o cicatrices, grandes fallas de una garra de pronto caída sobre ellas que se clavaba más fuerte y había insistido más en algunas de esas montañas, llevándolas a la desolación.

Solo una vez salió Peter el Peregrino del camarote a preguntar cuanto faltaba para llegar, con un aspecto lamentable y, aún así, era el que estaba menos mareado.

Ya en la noche, la costa con las montañas cada vez más destrozadas comenzó a deslizarse hacia el Sur, línea en cuyo final, donde se veía un grupo de luces en la noche, entre nieblas brillaba difusa su meta, el Puerto Industrial de la Capital Libre.

 

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