Winckley ordenó a Miguelez y a su guardia que retuvieran a Paladia mientras decidía qué hacer para que esta torpe lugareña no arruinase su importantísimo e innegociable proyecto de viaje al Planeta X, crucial para la Humanidad.

Por más vueltas que le daba a este asunto se dió cuenta de que no podía dejar suelta a Paladia hasta que obtuviera las pruebas para demostrar el gran tesoro de recursos aprovechables en el Planeta X, y reclamar su propiedad como su descubridor. El genio cientifico Kovaloswky le habia dicho que calculaba por cientos de millones de toneladas de galvanio, estroncio, crirotanio, asboracio, y otros cientos de minerales ultrararos depositados en el Planeta X. Este planeta se encontraba a las antipodas de nuestro Supersector del Universo, y solo era accesible mediante el Vermitron 3000, el perforador cuántico de agujeros de gusano de largo alcance, parecido a un portal interdimensional, también diseñado por Kovalowsky.

Winckley se dió cuenta de que tenía que llevar a Paladia con ellos, quisiera o no, para evitar que se fugara y diera la alarma respecto a la envergadura de las instalaciones secretas que había construido en secreto en los últimos años, en la más inaccesible cala de la costa este de la Isla Brouk, la Cala Mariner, pues su alarma alertaria a la competencia y podría poner en riesgo la millonada de dineros que lograría alcanzar si era el primero en acceder y reclamar esas riquezas galácticas.

Inmediatamente llamó a los técnicos y a su guardia, y organizó con ellos todo lo necesario para hacer el primer viaje al Planeta X, a la mañana siguiente. Paladia iría con ellos, y si daban con esas riquezas simplemente se le entregaría una parte del botín para callarle la boca. Seguro que aceptaría. No era la decisión que Winckley hubiera hecho ni normalmente ni nunca, pero no había alternativa. Por el bien de su proyecto, por el bien de ser el mayor ejecutivo de la Tierra, el filantropo número uno y por el bien de los que irían a ser beneficiados por ese descubrimiento suyo que iba a servir para hacer miles de Esferas O’Neill en el Sistema Solar, no quedaba otro remedio que secuestrar, – qué palabra más fea se dijo a sí mismo dijo Winckley -, a Paladia, por un par de días.

A la mañana siguiente diez hombres de Winckley se introdujeron en el área de trasvase marcado para el Vermitron 3000, varios de ellos cientificos y otros del equipo de seguridad. Paladia iba a la fuerza con ellos aferrada entre dos robustos armarios de seguridad, también llamados gorilas, sin poder hacer nada para evitar ser introducida a la camara de trasvases. Winckley se la llevaba para evitar sorpresas.

Entraron en el área de trasvases del Vermitrón, 3000 que parecía un portal interdimensional, y se aprestaron a ser lanzados por el agujero de gusano, del mismo modo cómo habían hecho docenas de veces en los ensayos. En eso, Gomes, que debíar custodiar el Vermitron portatil para instalarlo en Planeta X, según llegaba a la plataforma de trasvase dijo:

– Kovalowsky no está, ha desaparecido, no lo he encontrado ni en sus estancias, ni en el laboratorio ni en ninguna de las áreas de trabajo. He hecho un barrido de videocámaras y sensores y el resultado es que Kovalowsky no se encuentra en ninguna de las instalaciones de la Cala Mariner. Se ha ido.

Winckey ni se inmutó. Solo preguntó:

-¿Sr. Gomes, usted esta capacitado para operar la Vermitrón e instalar su versión portátil en el Planeta X?

-Si. -Respondió con profunda seguridad Gomes -.

-Bien, entonces, proceda. Envienos a todos a l Planeta X. En 48 horas estaremos de vuelta de ese Planeta y todos ustedes serán millonarios de por vida.

Gomes escuchó las palabras de Winckley, y en sus ojos briló un tsunamia, inmediatamente movió varias manivelas, pulsó algunos botones, consultó ciertos sensores,y finalmente avisó:

-No se mueven, abróchense a sus puestos de lanzamiento, contengan la respiración los primeros tres segundos. En menos de 20 segundos estaremos todos en la planicie norte de la montaña Guanlain del Planeta X. Preprados, listos, ya!

Un enorme fogonazo intensamente brillante resplandeció nen la nave. La Vermitrón 3000 tembló como si hubiera un terremoto y sonó un quejido metálico enorme que concluyó con un crujido y un sonido como de caida de algo gigantesco. Luego se elevó una pequeña nube de polvo, y en el lugar que ocupaban los 12 viajeros intergalacticos y sus pertrechos ya no habia nada ni nadie.